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Las tropas de la jornada de los Gelves [1520] / Infantería desmandada [1521]

Tras el fallido intento para tomar Argel de 1518, dirigido por Hugo de Moncada, capitán general de la mar y virrey de Sicilia, se consideró necesaria una nueva expedición sobre los Gelves [Djerba] habiéndose hecho señores del mediterráneo occidental los corsarios berberiscos, realizando estos piratas varias entradas en el levante español.

En el verano de 1519 comienzan los preparativos para formar una armada en los puertos de Barcelona, Valencia, Cartagena y Málaga que marchará a Sicilia tras recalar en Ibiza y Formentera [véase el Apéndice sobre la composición de la misma].

A finales de octubre de 1519, la armada hispana se halla repartida entre el puerto de Trapani [1] y la isla de Favignana.

Tras estar un tiempo embarcados hombres y caballos, a finales de noviembre se les permite desembarcar, y a la infantería que se hallaba en Favignana se la traslada a Sicilia, dando alguaciles para dar estancia y alojamiento a infantes y hombres de armas por las tierras y castillo vecinos.

Tras hibernar en Sicilia, con no pocos problemas, incluyendo un motín de la infantería alojada en Marsala - provincia de Trapani - en marzo comienza el reembarco de caballos y municiones, con algún incidente de gravedad, como la pérdida de 4 barcas cargadas con pólvora de escopeta y vino, siendo difícil de reemplazar dicha pólvora.

Don Hugo de Moncada, capitán general de la Armada, confisca todos los navíos cargados de queso en el reino de Sicilia, una manera de financiar - temporalmente - la expedición, mediante expropiación forzosa de mercancías, que en parte sirve como paga para los infantes: 6000 de las 10000 salmas de queso.

A los soldados, que habían tomado las armas, saqueando maserías, que se hallaban odiados por los regnícolas, y que demandaban su sueldo para obedecer la orden de embarque, don Hugo los contenta con un ducado de socorro y la promesa de la paga tras ser conducidos a los Gelves.

Se pasa la muestra: 560 hombres de armas, 320 caballos ligeros, 6400 infantes [2] van en la armada, así como muchos gentileshombres y caballeros, así flamencos como italianos y españoles - incluyendo algún caballero de Rodas - y aventureros, o soldados sin plaza ni sueldo.

Hombres de armas embarcándose en Barcelona para la jornada de Túnez [1535]. Detalle del tapiz nº2 de la serie de Vermeyen, titulado "Revista de las tropas en Barcelona". 

Parte entonces la armada la noche del 16 de Favignana, el 17 de abril de Trapani y el 18 de Mazara.


Desembarco y primera marcha sobre los Gelves

El martes 24 de abril, la Armada de 56 naves y 11000 toneladas con vituallas para mes y medio, recala en la "Rocchetta" de Djerba, lugar fuerte con agua - que se encuentra con facilidad tras excavar en la arena - que se halla a 18 millas del castillo que han de tomar por fuerza o rendir con amenazas, desembarcando en dos días, sin ver moro alguno, y procediendo a construir tres bastiones para proteger su campamento.

El desembarco se hacía normalmente con embarcaciones de menor calado,con barcas, esquifes o bateles, como puede verse en la imagen, que copia el desembarco en las islas Terceras de la Sala de Batallas del Escorial [fresco pintado en los años 80 del siglo XVI]. 

Moncada recibe unos embajadores del señor de Djerba, pero asume que se trata de exploradores que vienen a reconocer el campo.

El sábado 28, tras refrescarse hombres y caballos, el ejército se mete en orden para caminar al castillo de Gelves, con el objetivo de "reconocer el país".

El pequeño ejército camina en dos cuerpos en lugar de los tres como es costumbre: con dos escuadrones de infantería y dos de caballería, repartidos en vanguardia y retaguardia, y un "squadroneto" formado por unos 300 caballos de los gentileshombres y caballeros particulares a la izquierda de la vanguardia.
La vanguardia la conduce Diego de Vera, capitán muy práctico en la artillería, aunque cuestionado durante la fallida jornada de Argel en 1516, y la retaguardia se halla a cargo del propio capitán general, Hugo de Moncada.

Se camina "con poco orden y estimando en poco al enemigo". A milla y media de partir del campo, cruzando un llano, el ejército es atacado por unos diez o doce mil moros a pie y 200 de a caballo que surgen desde un palmeral. Los atacantes usan grandes lanzas de 32 palmos, así como escopetas largas y actúan con gran fiereza y celeridad, "viniendo hasta meterse en las picas" y sin tiempo a que los infantes puedan bajar las picas o tirar las escopetas, haciendo recular hombres de armas, que en su huida desordenan a la infantería. En este momento, pierden tres piezas de artillería a manos del enemigo.

Ataque moro en Túnez [1535]
Es el escuadrón integrado por los gentileshombres el que reacciona adecuadamente y rompe a sus atacantes, rechazándolos y siguiéndolos por espacio de un tiro de ballesta matando a 100 de ellos.

Por su parte, la infantería y hombres de armas de la retaguardia no tiene mejor comportamiento, y es don Hugo de Moncada con los hombres de pelea de su casa el que mantiene la posición. En la acción recibe una lanzada en un brazo, su mayordomo muere, así como otro caballero napolitano, pero consiguen rehacerse y recogiendo a 100 hombres de armas de los que habían reculado, los lidera y rompe a los atacantes.

Jinetes con sus adargas, y hombres de armas protegidos con sus arneses, respaldados por escopeteros, persiguen a caballería árabe [y peones] hasta las murallas de Orán. en 1509, según retablo de la capilla mozárabe de Toledo realizado por Juan de Borgoña en 1514.
Tanto los gentileshombres como don Hugo de Moncada siguen la victoria, persiguiendo a los moros que huyen. La pelea ha durado dos horas, y habiéndose distanciado Moncada de Vera, se toca a "raccolta", reuniéndose los dos escuadrones. Los moros hacen lo propio, y quedan los dos campos distantes a tiro de culebrina.

En el encuentro han muerto unos 400 o 500 moros, y unos 200 infantes cristianos - entre ellos, Luis de Moncada, sobrino del capitán general y dos capitanes [3] y dos alféreces - así como unos 60 caballos. Los cristianos retornan a su campo, y los moros, a su tierra.

Fuerte de San Miguel

El 8 de mayo, el ejército camina de nuevo, hechos tres escuadrones de infantería y hombres de armas, con la vanguardia a cargo de Diego de Vera y con Hugo de Moncada con un 80 caballos yendo de un escuadrón a otro, manteniendo el orden. Caminan hacia el castillo durante cinco o seis millas sin hallar moro alguno, y hallando una casa en un lugar apropiado, la fortifican, bautizándola como San Miguel, estando a 10 millas del castillo.

El día 9 de mayo, hallándose 2 banderas de hombres de armas haciendo guardia, unos 50 o 60 árabes a caballo vienen a dar arma en el campo, y algunos caballeros particulares respaldados por dichos hombres de armas, los embisten, haciéndoles huir y persiguiéndolos. Cuando se hallan a punto de alcanzarlos, perciben que los hombres de armas que se suponía les hacían espalda, se han dado la vuelta al campo, dejando a los avanzados en gran peligro, pues los jinetes árabes, viéndoles huir, dan sobre ellos, siguiéndoles hasta el mar, donde las galeras y los del campo tiran la artillería contra los perseguidores, matando a tres hombres de armas del ejército, al tiempo que los árabes apresan al capitán de los caballos.

Caballería árabe en Túnez [1535]
Este suceso genera mucho malestar en el campo [4] y considerando que "fue la mayor vergüenza del mundo", "habiendo perdido el ánimo y la reputación", don Hugo castiga a los hombres de armas quitándoles los caballos y entregándoselos a infantes para convertirlos a su vez en hombres de armas, en un ejercicio de degradación militar no muy frecuente en la época [5].

Don Hugo envía un bergantín a Nápoles solicitando al virrey refuerzos, un socorro de 3000 infantes y 200 hombres de armas y 4 galeras, pues considera su ejército pequeño para la empresa que ha de ejecutar.

A pesar de estos reveses puntuales, el 25 de mayo, Said, hijo de Sulimán, jeque de la isla de los Gelves, no aguardando socorro alguno de su señor, el rey de Túnez, procede a capitular ante don Hugo [6], convirtiéndose en tributario del Emperador y Rey de España.

Aquellos versos de la copla que decía "Y los Gelves, mare / malos son de tomare", que recordaba el desastre de la jornada encabezada por García de Toledo, perdieron su sentido.


Las tropas de la jornada de los Gelves

Una vez finalizada la jornada, llegaba la desmovilización de las tropas, a tres lustros del ejército permanente, lo normal venía siendo que los soldados se reclutasen por campañas, y no se mantuviese más que el número suficiente y mínimo con el que afrontar los retos previsibles, normalmente, en Sicilia y Nápoles, el control de la población local, la defensa de fronteras frente a ataques berberiscos o turcos, y la existencia de una fuerza capaz de movilizarse para hacerse cargo de empresas en Italia.

Diego de Vera se embarcó en 24 naves con los hombres de armas y jinetes de las Guardas de Castilla que habían servido en la empresa y los retornó a España desembarcándolos en Cartagena el 2 de julio [7].

Respecto a la infantería, la voluntad del Rey era "de conservar y entretener la dicha infantería hasta en número de 4000 infantes escogidos" dándoles dos pagas para vestirse y "alguna cosa" a los infantes que despidieran. Las pagas serían de 1 ducado al mes y comida, "sin daño de nuestros súbditos y con la menos costa que se pueda", y porque no estuviera ociosa y pudiera ser de provecho, ordenaba que se ocupara atacando algún lugar de Berbería.

A la infantería se la desembarcó en Favignana, y de aquí a 800 se les trasladó en naves a Nápoles donde llegaron "desnudos, perdidos y muertos de hambre" según el virrey Ramon de Cardona en carta de octubre, siendo socorridos con dos ducados cada uno. Algunos se quedaron viviendo en el reino, y otros partieron a buscarse la vida a Roma. La opinión del virrey era que era mejor mantener a las tropas de caballería del Reino - 845 hombres de armas en 14 capitanías - siendo más fácil levar tropas de infantería, y que no debía mantenerse más de 1000 o 1200 soldados - a lo sumo 1500 - en el reino de Nápoles.

El embajador en Roma, don Juan Manuel, proponía en septiembre una forma fácil de tomar Génova: que don Hugo dejara "amotinar a 1000 infantes o que los despida" y otro día vinieran "otros mil a Nápoles sin licencia de d.Ugo" y con estos dos mil, y la gente del bando de los Adorno se tomaría la plaza sin esfuerzo y sin coste para la corona [8].

Se dotaron 30000 ducados para el despido de los infantes, y a una parte - 900 - se les embarcó para España [9]. Otra parte de los soldados se embarcó en dos barcos que compró don Francisco de Urrea para la Armada de socorro a Rodas [10].

En diciembre, el comendador Ycart o Icart debía traer de Sicilia a Nápoles a 1000 infantes, y estos parece que eran los últimos que quedaban en aquel reino del contingente que había rendido los Gelves en mayo.


La infantería despedida marcha sobre Roma, 1521

En Roma el Papa, tras dar dinero a los soldados que allí habían llegado, les rogó se embarcaran en la armada de Pedro Navarro que servía al rey de Francia, a lo que los soldados se negaron, retornando a Nápoles, donde algunos se embarcaban en noviembre para España.

En enero-febrero de 1521, unos 1500 [11] infantes "desocupados" marcharon desde el reino - algunos desde Cosenza - a cruzar el Tronto metiéndose en tierras de la Iglesia, generando las protestas de Su Santidad ante el Emperador y el Virre, y las sospechas de diversos estados italianos de que el Papa hacia reunir secretamente esas tropas para marchar sobre Ferrara.

Recibiendo a un hijo de don Juan Manuel - embajador del Emperador en Roma - indicaron que solo tornarían a Nápoles si recibían una paga, y el Papa se comprometió a entregarles 30 carlines. También se ofrecieron a servir a Su Santidad por un año, recibiendo seis pagas y alojamiento.

Desde la ciudad santa se enviaba a Guido Rangon con tropas hasta Rieti para controlar los desmanes de la infantería, que se juntaban en Civita Ducale [o Cittaducale].

Los soldados disponían de 800 escopetas y 7 falconetes, y a mediados de febrero las tropas de la Iglesia les dieron la batalla, matando a 200 de ellos. A mediados de marzo la mayoría se alojaba en l'Aquila, en los Abruzzos, tras rondar por Capestrano y  el marqués de Pescara debía acudir a Roma en misión diplomática para excusarse ante el Papa por la conducta de la infantería y con la comisión de restituir al Papa el dinero entregado por él a la infantería, pero parece que el dinero lo dio directamente a los soldados con la intención de doblegarlos, recibiéndolo desde Austria por mano del archiduque Fernando. Se debía dar paga a 4000 soldados alojados en los Abruzzos y a 800 más que estaban en Gaeta y Mola [12] con un importe de 12000 ducados o 15000. A eso debía sumarse la paga de la caballería alojada en la Puglia, la cual se barajó que acudiera a reconducir a la infantería.

Tras recibir la paga, a primeros de abril, al menos unos 1500 infantes se avinieron a regresar a Nápoles, recibiendo órdenes del virrey de alojarse en San Germano. En las mismas fechas, a los soldados que se alojaban en Nápoles, el virrey dio órdenes de que se alojaran fuera de la ciudad.

No obstante, a mediados de mayo, volvía Pescara, acompañado esta vez del capitán Salcedo a viajar al Tronto para visitar las tropas que allí se alojaban, con instrucciones del virrey de conducir las tropas, esta vez como ejército al servicio de su rey, a tenor del acuerdo con el Papa de 12 de mayo, y constituida liga contra el francés.

Hay que tener en cuenta el contexto en que se produce esta situación, y es que el Emperador y León X se hallaban en plena negociación de una liga o alianza para luchar contra el rey de Francia, que culminaría con la formación de un ejército Papalino-Imperial a mediados del año 1521 con la llegada de tropas suizas que se sumarían a las españolas de Nápoles. En estos primeros meses del año en que los infantes campeaban en la frontera del Reino con los Estados de la Iglesia, no obstante, todavía existían dudas de si el Papa no se decantaría por Francisco I.

Los soldados españoles, simplemente, se hallaban espoleados por los rumores de que el Papa necesitaría soldados, y acudían a Roma con ánimo de servirle, pero la marcha de unos miles de hombres que no tenían con que pagar alojamiento, ropa y comida, y que además, tenían como profesión el oficio de las armas, generaba graves problemas a su paso. Su actitud era muy distinta a la de los hombres que marcharían contra Roma en 1527 generando el famoso Saco, pero no por ello dejaban de constituir una muchedumbre generadora de disturbios.

En todo caso, este era el sino de los soldados en esta época en que no se habían constituido los Tercios de Italia como unidades permanentes: luchar una campaña, y ser despedidos a su conclusión, cuando ya no se les necesitaba, escamoteándoles las pagas en la medida de lo posible.

Se produjeron en el primer cuarto de siglo varias desmovilizaciones, y siempre fueron problemáticas y dilatadas. Por ejemplo, las tropas de la conquista de Nápoles que concluyera el Gran Capitán a primeros de 1504, todavía estaban retornando a España en el verano de 1506.

Quedarse en Italia sirviendo a otros príncipes y estados al ser despedidos, era un opción, pero acudir presto a militar bajo las banderas de su señor natural cuando este lo requería era lo normal, como sucedió cuando se formó en 1511 el "más noble y mejor" de los ejércitos que luchó en la batalla de Rávena. En todo caso, las guerras se acababan, como la de Urbino en 1517 [13], y los señores a los que se había servido, sobretodo, si no habían tenido éxito en su empresa, no se mostraban más generosos ni más agradecidos por los servicios prestados que la persona de su rey o la de sus lugartenientes, virreyes y capitanes generales bajo cuyo mando luchaban y morían.



Notas

[1] Como medida cautelar, en el puerto de Trapani todos los navíos, galeras y bergantines fueron retenidos, bajo pena de vida, de manera que los comerciantes - muchos de ellos venecianos - que acudían a Berbería a comerciar no dieran noticia de los preparativos de la Armada, que en este tiempo ya se sabía que era destinada para acometer una empresa en África, si bien se continuaba rumoreando no se tratara de un ejército en previsión de algún movimiento de franceses en Italia.

En diciembre, no obstante, se les daría autorización para partir - abonándoles una cantidad a modo de compensación - partiendo los venecianos a mercadear a Túnez e informando a sus socios comerciales de las últimas noticias de la armada española.

[2] Las cifras del alarde son de la correspondencia de Hugo de Moncada publicada en el CODOIN v.24, y por tanto, no dispongo de otras más certeras. No obstante, por relaciones italianas de la época, parece que habría unos 5000 infantes españoles y 2000 sicilianos, distinción que no realiza Moncada. Además, 70 carretas con artillería menuda.

La mayoría eran bisoños, resultando que "la maggior parte de questa compagnia, cussi da pede come da cavalo non haveano veduto guerra", según reconoció el propio Moncada.

Respecto al armamento, sabemos - por carta del 14 de abril - que Moncada había escrito al Virrey de Nápoles que enviase quinientas escopetas y mil quinientas picas "por la necesidad que dellas habia en este ejército por estar la gente muy desarmada", y que el virrey envió finalmente 1000 escopetas y 1500 picas "que han venido á buena sazon por el menester gran que dellas habia".
Como vemos, soldados bisoños a los que se les entregaba su armamento y que por tanto llegarían a los Gelves apenas familiarizados con su uso

[3] Otra relación indica que fueron 7 los capitanes muertos.

[4] Un caballero de Rodas, testigo de los hechos, escribió que "mai al mondo vide la piu cobarda gente che sono questi homeni d'arme". E insistía en que la gente de armas "essere molto codardi e mal destri, e alcuni loro capitani sono a cossi codardi come li subordinati".

El rey, en carta fechada en Bruselas el 24 de mayo, parece disculpar el comportamiento de los soldados, asegurando que "si en algunos de la gente de a caballo ha habido falta o exención, habráse causado de la poca experiencia de guerra que han tenido".

[5] La represalia de don Hugo generó, no obstante, algunas críticas, pues se consideró que podía generar divisiones entre los soldados.

Uno de los capitanes, Francés de Beumont, escribiría más tarde en su memorial - de 5 de septiembre de 1521 - que "fuy a las capitanias de los gelues gastando de mi hazienda y socorriendo con ella lo que ella pudo bastar y passando trauajos y peligros y ynjurias de escuderos". Tal vez las injurias a las que se refería eran burlas, o bien mal comportamiento de sus soldados.

[6] Hugo de Moncada, con título de "Capitán General de nuestro marítimo ejército y conquista de África".

[7] "Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla", tomo 1º y 2º. Se hallaban en tierra de Sepúlveda en septiembre-octubre de 1520. Buena parte de los hombres de armas - también oficiales - se pasaron a los contrarios.

Tras el desembarco en Cartagena, la población se juramentó contra Diego de Vera y le incautaron la artillería que traía, fomentando también la deserción de muchos soldados.

[8] La estrategia de despedir a soldados, o dejarlos marchar sin licencia para que acabaran sirviendo a un señor italiano, ya se había llevado a cabo en 1517, durante la guerra de Urbino. Nadie podía creer que varios miles de soldados organizados salieran del Reino sin el beneplácito - aunque no fuera una licencia oficial - del virrey.

[9] En Anales de la Corona de Aragón se puede leer que el Cardenal Adriano de Utrcht, gobernador de Castilla: "ordenó que llegasen contra Segovia 4000 infantes y 500 lanzas que volvian de los Gelves y desembarcaron en Cartagena". Parece que es la misma fuente que usa Sandoval, pero el hecho es que quedaron muchos infantes despedidos en Nápoles, y que resulta extraño que estos 4000 infantes retornados - relativamente veteranos - no tuvieran más peso en la historia, si es que realmente fueron 4000 los que volvieron, lo cual creo descartar.

La "Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla", al recoger correspondencia de la época, es una fuente más detallada que los Anales, pero siempre se refiere a tropas de caballería. Aparecen nombrados varios capitanes que sirvieron en la jornada, como don Luis de la Cueva, Rui Díaz de Rojas, don Francés de Beamonte o de Viamont, Juan de Ayala, don Juan de Velasco, don Diego de Mendoza, Pedro de Ávila. Véase el Apéndice.

También aparecen nombrados algunos soldados y contadores de las compañías. Otras obras sobre las Comunidades de Castilla aportan información complementaria sobre estas tropas que regresaban de los Gelbes o Gelves.

René Quatrefages, en su libro "La revolución militar moderna" indica que el núcleo de la infantería del ejército real lo constituyeron 1000 veteranos que envió el virrey de Navarra y 2000 reclutados por el Condestable de Castilla en zonas del cantábrico. De las tropas venidas de los Gelves solo se refiere a la caballería.

En "Reflexiones militares sobre las comunidades de Castilla", JM Calvo tan solo incide en la caballería que vino de Djerba.

[10] Ver carta de Ramon de Cardona de 24 de diciembre de 1520 folio 6, donde emplea el término "barchas". En mayo de 1520, el Papa León X había solicitado ayuda frente a la armada turca que había de venir sobre la isla. El Pontífice envió al menos tres galeones - con 250 infantes cada uno - y una fusta. Ver "La guerra dei pirati e la marina pontificia dal 1500 al 1560" volumen 1. 
Al final el turco no hizo la Armada contra la isla ese año, pero la acabó tomando en la Navidad de 1522.

A 11 de junio de 1520, venecianos informaban como  en Candía [Creta] "era zonta de lì una barza spagnola con fanti 230 partita di Tripoli". Por la fecha es imposible que transportara infantería de los Gelves, pero la noticia indica que las islas griegas formaban parte de los intereses geopolíticos de la corona.

[11] Si eran 1500, como recogen los informes recogidos por Sanuto, era la totalidad de soldados que habían de quedar en el reino de Nápoles según el virrey Cardona. Otras noticias indicaban que eran 3000 "mal in hordine" alojados en Lanzano. Y otras, de 13 de marzo, que 4000. Noticias más detalladas posteriores sostienen la cifra de 4000. Puede que las primeras no fueran erróneas, simplemente, la soldadesca se iría acumulando y juntándose en el Tronto.

[12] Se puede asumir que los 800 que quedaban en Gaeta y otras plazas de Mola no se habían amotinado, pero corrían el riesgo de hacerlo si no recibían la paga que habían conseguido los soldados desmandados. Noticia del 24 de marzo. Otras noticias indican que eran 300 los soldados en Gaeta bajo 5 banderas, y otras que 400 en 4 banderas.

En Gaeta se procedía en este tiempo a bastionar la ciudad, derruyendo para ello algunas casas - hasta 40 - para dar lugar a la construcción de la nueva fábrica. Los infantes se alojaban en este tiempo en las casas de los vecinos, lo cual daba lugar a roces y conflictos.

[13] Tras la guerra de Urbino, alguien tan práctico como el virrey de Nápoles, Ramon de Cardona, se hacía cruces de como era posible que regresaran al Reino más soldados de los "que habían servido en mi tiempo en Lombardía". Se respondía a sí mismo, diciendo que "no pueden ser sino mozos de caballos de Roma y otros italianos españolados que se han juntado con ellos".

Él, en su tiempo, echó a "rapaces, personas que no eran para servir en el exercito y los italianos", y así debería hacerse de nuevo para excusar el gasto de entretenerlos.


Spagnoli. Soldati di ventura in Italia [1516-1517] Guerra de Urbino. Mercenarios españoles en Italia

Las tropas españolas que luchaban en Verona, tanto en su asedio como en su defensa se habían quedado sin empleo al finalizar las hostilidades entre las partes.

Francesco Maria della Rovere, antiguo duque de Urbino al cual los Medici habían usurpado su estado otorgándolo a la persona de Lorenzo, sobrino del papa León X, vio la oportunidad que representaba esta soldadesca veterana, a cargo de un Maldonado, y procedió a atraerlos a su lado con más promesas que oro, como veremos.

Los españoles de della Rovere

"Deseando el duque de Urbino [...] cobrar su estados, conociendo que los soldados de mala gana viven en paz, tuvo forma para acabar con los 5.000 españoles de Maldonado"

Comentarios de los hechos de los españoles, franceses y venecianos en Italia, Antonio de Herrera

Así, los soldados españoles que a sueldo del Emperador defendían Verona, o a sueldo de la República de Venecia, asediaban Verona, pasaron en enero de 1517 a servicio del exiliado Francisco María, dejando éste Mantua, donde residía y marchando sobre Urbino, al cual se le opone toda la potencia de los Medici, y los recursos de su estado patrimonial, Florencia, el usurpado, Urbino, y del electo pontificado, así como el de algunos aliados menores, como su suegro, el marqués de Mantua.

Así, el 3 de febrero tenemos un pequeño ejército - suficiente, para campear por el norte de Italia - con 6.000 infantes "spagnoli e altri", 800 infantes italianos a cargo de Lodovico de Bozolo, 700 caballos ligeros y 12 - doce - hombres de armas. Sabemos que della Rovere tenía unos 40 capitanes o "contestabili" españoles, y que prontamente se les unirían varios miles de paisanos.

En seguida la diplomacia vaticana se pone en marcha y el 18 de febrero, el rey de España residente en Bruselas escribe a su embajador en Roma que "bajo pena de rebelión se ha de ordenar a los infantes españoles" que dejen el servicio del viejo duque, y pasen al servicio del Papa contra los infieles, o que se envien a África a alguna expedición de conquista de alguna plaza costera.

Los soldados españoles desobedecen la orden de su príncipe natural "risposeno gaiardamente non voler ubedir".

Los españoles del Papa

Habíamos narrado en la anterior entrada como los españoles residentes en el reino de Nápoles - así como en Roma - habían acudido a Verona en busca de un patrón que pagara puntualmente, viniendo en un goteo continuo que con las treguas se había interrumpido.

En ese momento - 9 de febrero de 1517 - sabemos que hay ochocientos españoles residiendo en Roma, los cuales, liderados por el capitán Santa Cruz, pasan muestra con un "20 per cento di tara". Esto es, con paga de 1.000 soldados. Como era normal en caso de necesidad perentoria, a los soldados - o a sus "representantes" - se les abonaba una prima de enganche.

Así pues, estos soldados se incorporarían al ejército de los Medici para luchar contra el de della Rovere, cuyo núcleo, como indicábamos, lo formaban igualmente, soldados españoles.

Este hecho, el que soldados de una misma nación acabaran combatiendo entre sí sirviendo a príncipes enemigos con carácter mercenario, fue muy común. No obstante, el sistema de los Tercios le pondría fin en el caso de la nación española, pues el principal y único contratista - salvo excepciones muy puntuales - acabaría siendo la corona, que se impondría la enorme carga de sostener un ejército permanente, algo al alcance de pocos estados.

Amén de estas tropas residentes en Roma, infantes, el rey ordenó a su virrey - de Nápoles - el envío de 200 lanzas hacia al Tronto, o sea, hacia la frontera entre el Reino y los estados de la Iglesia, para ponerse al servicio de la casa de los Medici. Asimismo, tendremos otros 1.000 infantes españoles al servicio de Lorenzo de Medici, el "joven" duque de Urbino.

Sabemos que serán 400 lanzas a cargo del conde de la Potencia, o Potenza.

Contendientes

Lorenzo de Medici, cuenta en principio con un ejército de 1000 hombres de armas, 1000 caballos ligeros y 15.000 infantes, alemanes, gascones, corsos e italianos, así como unos 2.000 españoles.

Otra fuente [Archivio Storico Italiano, serie 3ª, volumen 20] nos da cifras más detalladas para el día 21 de enero:

Lorenzo Medici se aloja en Arimino con 500 hombres de armas, 500 caballos ligeros y 10.000 infantes, de los cuales, 2.500 lansquenetes y 3.000 gascones son cedidos por Lautrec, comandante francés. Renzo da Ceri en Pesero, con 4.000 infantes. Paulo y Gentile Baglioni, la "banda di Perugia", con 500 caballos y 4.000 infantes, de los cuales 1.500 son españoles. Troiolo Savello cuenta con 1.000 infantes en Fano, y Iacopo Corso, con otros 1.000 en Sinigaglia.

Francesco Maria cuenta el 21 de enero con 7.000 infantes, dos terceras partes españoles, y 600 caballos a cargo de Federico de Bozoli, junto con 7 piezas de artillería de campo.

Aunque della Rovere incorporase - como vimos - varios miles de paisanos, las fuerzas estaban desequilibradas, por mucho que el núcleo de sus fuerzas fueran veteranas, como las españolas.

Hostilidades

La sensación general en el bando de los Medici es que la "guerra" no puede durar, y que el desafío del viejo duque quedará en una bravuconada, incapaz de mantener un ejército mercenario al cual no podrá pagar, que se irá deshaciendo a medida que pasen las semanas. Por contra, los Medici cuentan con toda la potencia del rico estado de Florencia, los estados de la Iglesia, y el apoyo de Francia y España.

Sin embargo, las ciudades del ducado se entregan voluntariamente al viejo duque, la guarnición de Urbino, 1.500 infantes a cargo de Giulio Vitelli huye por la puerta de Lavagine hacia Pesaro. Los movimientos se basan de asaltos y rechazos en plazas fuertes: Montefeltro es defendida contra 2.500 florentinos, los Medici capturan Mondaino, y Lorenzo es herido de un arcabuzazo en el cuello por un tal Robles, que defiende Mondolfo junto con 300 compatriotas a cargo del capitán "Valegio".

El 2 de abril, los españoles de Francesco Maria prenden el castillo de Monte Barozi, matando a sus 500 defensores. Por contra, Santa María in Portico, legado del papa en el campo relata discordias entre italianos y alemanes, a los cuales se les unen los españoles, siendo saqueado el alojamiento de los italianos tras una "battaglia". Francesco Maria campea por la Romagna sin oposición; ya cuenta con 10.000 infantes - lansquenetes, suizos y españoles - y 2.000 italianos, junto con 6.000 paisanos, 300 lanzas y 18 piezas de artillería. Dispone de 2.000 "archibusieri", de los cuales 800 son españoles.

Disordini successi nel campo di Pesaro [Perugia]

Pesaro, a cargo de Gian Paolo Baglioni, es asediada por della Rovere, a cuya defensa acude el ejército pontificio, que monta su campo en el monte della Imperiale, próximo a la ciudad. El ejército del papa cuenta con infantes españoles, corsos, alemanes, gascones y suizos.

El día 6 de mayo de 1517, las tropas de della Rovere asaltan el campamento pontificio, con "secreta inteligencia entre los españoles" de uno y otro bando, aunque como veremos, esta "inteligencia" no fue universal, ni mucho menos.

Los alojamientos en los campos o en plazas fuertes se organizaban por armas - caballería, infantería y artillería - y por naciones. Así pues, los cerca de 3.500 infantes que hicieron una incursión en el campo pontificio, podían dosificar sus esfuerzos. En este caso, los alemanes se llevaron la peor parte, siendo muchos muertos y sus alojamientos desvalijados.

Parece evidente, que el campo florentino-papal no estuvo bien defendido, y que parte de los españoles al servicio de los Medici tenían concertado unirse a los atacantes, si bien muchos de ellos simplemente se pasarían oportunamente durante el ataque. Otros muchos permanecieron fieles a sus empleadores.

De las nueve banderas de españoles, 6 se pasaron a Francesco Maria, si bien casi todos los capitanes permanecieron fieles a los Medici: Ortega, Mercado, Peralta, Tapia, "Baricutos" o "Aloysi".

El campo fue asaltado llevando los soldados "ramas verdes en la cabeza", de manera que aquellos que hubieran mudado sus afectos, pudieran identificarse como partidarios de los atacantes mediante esta sencilla marca.

El ataque no fue devastador, pero si afectó gravemente la moral de los Medici, que creían que la guerra no habría de durar, quedando asismismo los varios cientos de españoles leales, "in grande suspizione". Asimismo, provocó la defección de dos terceras partes de los gascones, con tres piezas de artillería y tres sacres, e impidió el levantamiento del asedio.

Tras este suceso, llegaron  a Pesaro las 400 lanzas desde el Reino prometidas por el virrey, con etapa en Sinigaglia, engrosando el debilitado campo pontificio, alojándose en Santo Jacomo.

El 15-16 de mayo Perugia es tomada. Los Medici inician una ofensiva diplomática y financiera para que la situación les vuelva a ser favorable.

Ofensiva papal

Una estrategia fundamental, como hemos visto, consistía en provocar la defección de la soldadesca enemiga, cosa que se hacía con naturalidad, en algunos casos públicamente, con agentes oficiales, o en otros casos, de forma encubierta y conspiratoria.

Entre los agentes públicos, sabemos que tanto el rey de Francia como el de España enviaron nuncios o embajadores a negociar con las distintas partes, el uno, reclamando mediante los señores de Scut y de Sisa, a los gascones pasados al campo de della Rovere que vuevan a la obediencia francesa, y los otros, mediante la persona de Hugo de Moncada, lo propio.

Los "agentes" privados podían ser cualquiera. Sabemos que Carlo Baglioni ofreció a della Rovere tomar Peruggia comprando a los soldados españoles que la defendían por 25.000 ducados, más 5.000 a entregar a sus capitanes. Probablemente porque no se disponía de tal suma, la ciudad tuvo que ser rendida militarmente.

En mayo de 1517, otro de estos "agentes" es descubierto, las cartas que están en su poder le delatan: ha ofrecido a Su Santidad a entregarle a della Rovere y al propio Carlo Baglioni - un foragido de Perugia desafecto a los Medici - por cierta suma. Dicho agente es el capo Maldonado, que es quien ha liderado las tropas españolas todo este tiempo, y es quien lideró las tropas españolas que al servicio de la señoría de Venecia asediaban la Verona defendida por sus compatriotas. Él y otros capitanes sumados a la conspiración contra su señor, son pasados por las picas por los de su nación.

Aunque esta conspiración no fructificara, se permitió no obstante, la misión de Hugo de Moncada, virrey de Sicilia, que con salvoconducto negocia con los capitanes españoles al servicio de della Rovere "no para que abandonasen a Francesco Maria, sino para ir a luchar contra infieles, al reino de Nápoles o al servicio del Rey Católico", ofreciéndoles tres pagas a los soldados por dicho servicio.

Al mismo tiempo, el Papa intenta reclutar en Suiza 6.000 soldados, algo contra lo que los franceses se oponen, temerosos de que dichas tropas sean usadas finalmente contra sus intereses en Milán. Mientrastando, el virrey de Nápoles se ha desplazado hasta el Abruzzo, por si él mismo ha de intervenir en favor del Papa.

A primeros de agosto, tres capitanes españoles constituyen una embajada ante el Papa, negociando capítulos para favorecer a Francesco Maria, por un lado, y a los soldados españoles, por otro, que le sirven. Esta embajada solicita que el estado de Urbino y las ciudades de Pesaro y Senigallia queden consignadas en manos de los reyes de Francia y España, mientras que a ellos se les entregan tres pagas.Vemos que los españoles, como mercenarios, se constituyen en actores directos del conflicto, pues adquieren voz propia al margen de la de su contratante, que nada puede hacer viendo como se negocia a sus espaldas. 

El Emperador manda 3.500 lansquenetes del Tirol y 1.000 grisones a servir al Papa. Della Rovere entrega sus propios capítulos a los capitanes españoles para negociar la paz, si bien un auditor de cámara del Papa los rechaza y reforma, entregándole los corregidos.

Las hostilidades continuan con baja intensidad. Finalmente, la paz entre el Papa y los capitanes españoles se acuerda: en 8 días, a contar desde el 27 de agosto de 1517, se dará 4 ducados a cada soldado español por parte del cardenal legado, pudiéndose alojar en Santo Archanzolo. Se les concederá la absolución, recibirán 2 pagas, y recibirán vituallas durante su paso franco hacia le reino.

Los gascones se oponen al acuerdo, llegando a las manos con los españoles. Francesco Maria se retira a Mantua, acompañado por los fieles y los gascones.

Lorenzo de Medici, al cual la defección de los españoles le ha servido tanto a la hora de conseguir sus propósitos sentencia: "questi spagnoli sono traditori". Sea como sea, se han ganado la vida durante unos meses, en su oficio, el oficio de las armas.

Epílogo

En Enero de 1518, en Roma, un "ferrarese" [de Ferrara] y un español combaten con partesana por el honor de su nación; el ferrarés alude que los españoles eran unos traidores que habían abandonado al duque de Urbino viejo. El español perdió la contienda, recibiendo dos heridas.

Conclusión

Esta entrada, junto a la anterior, nos muestra una infantería con un claro carácter mercenario, "ynobediente" y dispuesta a luchar principalmente por la paga, a la cual no le importa mucho luchar por uno u otro contendiente, ni preocupada por quién ha de derramar su sangre, ni por la vecindad de la sangre del que ha de derramar.

Evidentemente, vemos que tanto en Verona como en Pesaro hay un entendimiento entre las tropas españolas que permite cierto acercamiento entre los contingentes enrolados en los bandos contendientes, una afinidad por naturaleza que anima a conchabarse con sus paisanos, pero que no obstante esto, también hay un afán que les permite matarlos si se considera lo más oportuno, llegados a un punto de no retorno, como es el caso del asalto al campo de Monte Imperiale.

El caso es que el carácter mercenario se debe más que a nada, a la necesidad de sustento de estas personas, que reclutadas en España y enviadas a Italia en barco, una vez la corona deja de necesitar sus servicios, prescinde de ellas sin voluntad de "reinserción laboral" de algún tipo, y con una oportunidad de volver a España limitada al pago de unos fletes difícilmente asequibles. Caso muy distinto al de suizos, gascones, o los propios italianos, que marcharían a sus hogares andando.

Opinión del Obispo de Ávila, Cardenal Cisneros, sobre la soldadesca, 17 de octubre de 1517:
[no pudiera su Alteza sostener] tan grand gasto commo la ynfantería haze, ni sufrir los daños que hazen adonde están quando no los ocupan en guerra: y sy se han de despedir, son tan malos de despedir, que es menester para despedirlos tener otro mayor exercito contra ellos para que no rroben e se amotinen; y fue buen acuerdo el que su al. tomó en enbiarlos allí [a Sicilia].

Así pues, que los virreyes de Sicilia y Nápoles animaran a los soldados españoles residentes en sus reinos a marchar en busca de fortuna, no sería sino una medida de ahorro, tanto de dinero, como de posibles problemas.

El mismo 8 de octubre de 1517, se escribía sobre las tropas objeto de esta entrada:
acerca de aquella infantería de Italia que agora es se despedió del duque francisco maria que lo parece que su alteza deue buscar manera como no heche sobre sy tan gran carga de rreceuillos a sueldo, porque era tan gran costa que no lo podrá sufrir, y hacen tantos males y rrobos donde estan y por do pasan que no se puede decir, y para determinarse sy conuiene rreceuillos es menester primero platicar en ello, porque dice el cardenal [...] quanto peligro es después de auellos rreceuido despedillos, y que se busque alguna manera de entretenimiento

Efectivamente, el modelo de ejército que defendía Cisneros no era el de una infantería "de gente vagabunda y perdida y de fugitivos y malhechores", según él mismo calificaba a los soldados de fortuna, sino el de una milicia formada por soldados "que son personas conocidas y de sus casas, que no son tan platicos en maldades, y quando hicieren cosa que no deuan pueden los castigar, y no harán costa syno desd'el dia que los llamaren para seruir".

Probablemente, respecto a las cualidades morales - la inmoralidad del soldado de fortuna, y la nobleza del soldado de milicia - Cisneros exageraba, pero respecto a lo segundo, a la costa, no quedaba duda alguna: el soldado profesional demandaba sueldo luchara o  no, y pasada la urgencia momentánea de la lucha en Italia, la frontera con Francia o contra el pirata berberisco, ¿que monarca en Europa empeñaría sus estados para mantener a una panda de vagos y maleantes, aún cuando estos vagabundos hubieran sido la semana antes puntal de su monarquía?


Esta política cambiaría totalmente durante el reinado de Carlos I, pasando el ejército en Italia a tener carácter permanente, a pesar de la enorme carga financiera que le supuso. El sistema del Tercio sería el culmén de esta política militar agresiva, altamente profesionalizada y difícilmente sostenible. La lealtad y la obediencia del soldado se vería recompensada, y el vínculo con su monarca se vería rara vez cuestionado.

Spagnoli. Soldati di ventura in Italia [1516-1517] Defensa y asedio de Verona. Mercenarios españoles en Italia

Intentando documentarme sobre el origen de los Tercios, ejército permanente que nace del impulso dado por el emperador Carlos V en su pugna con Francisco I por el dominio de Italia, acabé viendo como en pocos meses del tránsito de 1516 a 1517, hubo soldados españoles en Italia sirviendo en cuatro bandos distintos, en dos guerras consecutivas sin una estricta relación directa.
Me llamó considerablemente la atención esta faceta de soldados de fortuna, y de ahí nace este artículo, el cual se verá seguido de otro que trate la segunda guerra que apuntaba.

El Cristianísimo rey de Francia y la señoría de Venecia contra el Papa, el César y el Católico Rey de España.

El 10 de diciembre de 1508, se había constituido la Liga de Cambrai, por la cual diversas potencias acordaban dividirse los territorios de la Señoría de Venecia. Con el tiempo, los socios de dicha empresa, apreciaron que a largo plazo, el verdadero rival a batir en la lucha por la hegemonía de Italia era Francia, y se fundó una nueva coalición [1 de octubre de 1511] conocida como Liga Santa, que unió al Papa, España, Venecia y los cantones suizos junto con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico contra Francia.

El 21 de febrero de 1513 muere el papa Julio II y el nuevo papa León X - de la casa de los Medici - renuncia a seguir formando parte de la Liga. El 23 de marzo de dicho año, se firma el tratado de Blois, por el que Francia y Venecia se convierten en socios, asumiendo un reparto del norte de Italia.

En octubre de 1512, la guarnición francesa de Brescia, asediada por venecianos, había capitulado ante las tropas españolas del virrey de Nápoles recién llegadas al campo, que tomaron la ciudad en nombre del emperador Maximiliano a despecho de sus socios venecianos, que venían realizando una labor de asedio de semanas y que vieron como los franceses preferían rendirse ante los españoles.

Verona, asimismo, había sido ocupada por tropas imperiales en 1509.

Así pues, los soldados que luchaban en el norte de Italia, habían ido viendo como sus príncipes cambiaban sus alianzas y traicionaban a sus socios atendiendo al único interés que parecían demostrar: el personal.


Cerco de Brescia

En 1516, Brescia, que hacía un siglo que formaba parte de la Terra Ferma veneciana, tenía sin embargo una guarnición compuesta por tropas españolas y lansquenetes alemanes con gobernador español, que la mantenía en nombre del Emperador. Verona era gobernada por un comisario imperial, Giovanni Spinelli, conde de Cariati, con una guarnición compuesta por infantería alemana, española y suiza, junto con tropas de caballería italiana.
 
Los venecianos, junto a sus socios franceses comandados por el vizconde de Lautrec, plantearon un cerco a Brescia que puso a la guarnición - y evidentemente a la población civil, de unos veinte mil habitantes - bajo duras condiciones de vida, pues imponían una importante carestía a los pocos alimentos que podían llegar a la villa desde una comarca cabalgada por las tropas enemigas.
 
Ante los inciertos rumores de marzo que llegaban vía Roma desde Nápoles, en los que se indicaba que el virrey les mandaba refuerzos, lo que demandaban los soldados era dinero.
 
Así, en abril amenazaron [parte de los] soldados españoles que o se les pagaba, o se pasarían al campo veneciano.
 
En este momento y este lugar, los soldados eran [pues podían serlo] extramadamente quisquillosos en lo que se refiere a sus pagas, y éstas se les abonaban con relativa puntualidad, mes a mes.
 
Algunos españoles comenzaron a abandonar Brescia para ponerse a sueldo de venecianos - informes posteriores refieren un número de 400 - hasta que el gobernador optó por rendir la plaza, saliendo el conjunto de las tropas el 26 de mayo de 1516.
 
Una fuente, que parece por lo detallado bastante fidedigna, habla de la ordenada salida de las tropas: 200 caballos ligeros en cabeza seguidos de 50 putas a caballo [seguramente muchas serían compañeras de algún soldado y no prostitutas] 100 infantes en dos banderas [compañías] con 16 carretas llenas de prostitutas [algunas con sus hijos; probablemente "putana" para el observador sitiador, y "amigas" para los soldados sitiados] otros 200 infantes más, sesenta hombres de armas [caballería "pesada"] 150 escopeteros y 300 caballos [ligeros] que cerraban la marcha.
 
Por la capitulación hecha entre sitiadores y sitiados, estas tropas que salían de Brescia, debían dirigirse a Mantua, pero entraban en Verona el 9 de junio "contra li capitoli", para reforzar la guarnición de dicha plaza, que estaba cifrada en unos 6000 hombres [otras fuentes hablan de 8 o 9 mil] y apretar aún más a la población civil, compuesta por unos veinte mil habitantes.
 
Las tropas venecianas plantearon entonces un cerco de Verona, acompañados de los franceses de Lautrec.

 
Cerco de Verona

Iniciado el cerco empezaron a producirse salidas de españoles [y alemanes] para ir servir a los sitiadores.
 
Probablemente porque muchos españoles que habían negociado con venecianos habían acudido a la ciudad, e informaban del pago puntual de los venecianos y recordaban las penurias de los ejércitos sitiados, o directamente - como "Maldonato" negociaban con sus paisanos, entre 600 y 800 infantes españoles salidos de Verona reforzaban el campo veneciano a finales del mes de junio.
 
En el campo de venecianos se les prometía 8 pagas por 6 meses de servicio. Una prima de enganche como cualquier otra: 18000 escudos a 2000 lansquenetes, o pagar 1000 sueldos por 800 soldados, sólo que esta prima se ofrecía a título personal. 
 
Parece que en esta fase inicial del cerco, había poco - o ningún control - de lo que hacían los soldados. Así se refiere que españoles del ejército veneciano vendían pan a españoles del ejército imperial, y por lo tanto, mantenían contacto y comunicación sobre sus respectivas situaciones económicas y alimentarias y seguramente, animaban a los del interior a realizar el cambio de bando. 
 
La llegada el 16 de junio de unos 1000 suizos [500, 1500 o 2000 según las fuentes] reacios en un primer momento a reforzar Verona por la noticia de la carestía de alimentos, junto con la llegada de los españoles, agravó dicho problema, y soliviantó los ánimos, produciéndose 7 muertos en una trifulca entre los recién llegados y los lansquenetes alemanes, mientras que los españoles se juntaban en sus alojamientos [la ciudad se hallaba dividida por naciones y armas, lo que los españoles denominarían cuarteles] en prevención de que el "escándalo" se extendiera y les afectara a ellos.
 
Las pagas no llegaban, y las legumbres y el pan que se les daba a cuenta de sus sueldos eran insuficientes, máxime cuando de la masa con que antaño se hacían 35 panes ahora se hacían 40.
 
Así que el 21 de julio se producen desórdenes: los tres mil alemanes salen en arma de sus aposentos, haciendo que el gobernador se refugie en el castillo de San Pedro siendo saqueadas sus indefensas viñas. El sábado, los españoles se animan a saquear el mercado y pretenden alojarse a discreción, lo que provoca un tumulto popular.  

Incluso 40 hombres de armas del capitán general Marco Antonio Colonna dejan la ciudad. El 26 de julio le siguen 200 infantes, que marchan a Mantua, en poder de venecianos.

A pesar de que el 28 se paga a los españoles con 3500 ducados "por todo julio" y el día 30 se les da 1/4 de ducado de socorro para que no se vayan, el día 2 de agosto se van 100 por la puerta de Calzari, lo que obliga al gobernador a publicar un bando "bajo pena de rebelión" prohibiendo cualquier salida de la ciudad.

Los alemanes amenazan al gobernador y los españoles quieren la paga de agosto, al tiempo que algunos jefes ["capi", que no "capitani"] de estos negocian la contratación de 700 más. ¿Quien va a hacer que se cumpla el bando? A las 4 de la tarde del mismo día 2 de agosto, se van los dichos 700, a pesar de que el gobernador contrata 20 mil libras de pan, 500 de queso,  bueyes y vino para alimentarles.

Pasan los días, y Lautrec pretende que se plante batería contra los muros de la ciudad, a pesar de que en Verona ya no hay vino ni carne, quedan pan y legumbre solamente para ocho días y se bebe agua malsana, y la ciudad, por tanto, está en proceso de caer por su propio peso. Vienen los gastadores y se comienza la trinchera. Los españoles a sueldo de venecianos "tienen buena disposición para tomar Verona, "si les pagan".

Los ciudadanos de Verona piden al gobernador la rendición. Obtienen salvoconductos que los sitiadores les respetan. Los soldados españoles se ponen en ordenanza pidiendo licencia para "volver a casa". Más que probablemente se refieran a Nápoles.

El 4 de octubre se producen nuevas alteraciones de soldados. Cariati y Colonna huyen a Castelvechio. Los españoles se reparten la ciudad con los tudescos. El 14 de octubre se pone toda la infantería en ordenanza, los españoles "con las picas bajas" avisando que entregarán la plaza a quien les pague.

El gobernador reune al consejo de 12 [4 caballeros o nobles, 4 doctores o letrados y 4 ciudadanos de Verona] para pedirles dinero con que pagar las tropas. Estos se niegan a acometer la empresa de reunir la suma de 8000 ducados entre sus conciudadanos, caso que la tengan. El gobernador quiere convocar al consejo de 72, y al tiempo reune a los capitanes de las tropas amotinadas: 24 [o 12] de lansquenetes, 6 de españoles y 6 de esguízaros para evaluar la situación

Socorro del reino

Desde Parma llegan noticias que hay 3000 españoles en la Mirandola; desde Roma se dice que cada día pasan soldados por la vía de Tronto y la Marcha, "a la ganancia y a poner Verona en manos del rey católico". El socorro tiene que ser responsabilidad del virrey, por acción u omisión, ya que no pueden marchar cientos de soldados sin licencia, pero no hay ejército organizado, sino aventureros que van "a ganar sueldo", aunque la iniciativa de ese envío parece que la tuvo el entonces virrey de Sicilia, Hugo de Moncada, caballero que encontraremos en la resolución del próximo episodio, y todavía unos años después, en otro caso en boga de estos dos.

Estos españoles que van viniendo "a 10 et 20 al trato" desde el Reino [de Nápoles] en principio, al socorro de Verona, pasan a engrosar el campo de venecianos, tantos, que a estos les sobran los soldados. No quieren pagar más de dos mil. 
 
En Verona, en todo caso, entran unos 400 "poco a poco" algo que enoja a los alemanes por la competencia que les supone, tanto en la prioridad de las pagas como en la inflación en los víveres.

Paz de Bruselas y consignación de Verona

El 12 de noviembre de 1516 se acuerda la paz entre el César y el rey de España, por una parte, y el de Francia, por la otra. Este último se compromete al pago de indemnizaciones de cierta cuantía. También se habla de Verona, ciudad que se consigna al rey de España de manos del Emperador, para que este, a su vez, la libre al rey de Francia.

Las órdenes se transmiten desde las cortes a los respectivos campos y cesan las hostilidades. Se convoca una reunión entre sitiadores y sitiados para acordar las particularidades de la entrega de la plaza. Por el emperador y el rey católico, acude el obispo de Trento, cuyas tierras, fronterizas con el Tirol de los Habsburgo han servido de alojamiento a lansquenetes y tropas suizas que venían al socorro de la plaza. Por Francia, Lautrec.

Los representantes de ambas delegaciones se reúnen y se discute en base a los capítulos contenidos en la paz aprobada. El obispo de Trento indica que se ha de pagar la guarnición de Verona. Lautrec responde que ese punto no está en los capítulos aprobados por los tres príncipes. La respuesta es que "las tropas o cobran, o saquean". Hay que sacarlos de allí. La ciudad en ese momento, digan lo que digan los papeles no es de ningún príncipe, sino de los soldados que la ocupan.

Los delegados acuerdan que los franceses aportarán los treinta mil escudos para satisfacer la demanda de la guarnición, aunque preguntan si pueden usar otra moneda, como los "bezzi" venecianos [ver apunte 7]. El obispo de Trento dice "que no sabe que moneda es esa" y que en lo referente a indemnizaciones en lo capitulado en la paz se habla de "escudos del sol" moneda de oro francesa.

Lautrec indica que una cosa es la indemnización entre monarcas, y otra, la paga de los soldados. El obispo replica que los soldados no aceptarán la paga en esa moneda, sino únicamente en moneda "bona e grossa". Bien saben los venecianos que al presente no se gasta otra cosa que moneda forastera, moneda tudesca de 3 y 6 sueldos o moneda de Milán, estampada por el rey de Francia de 4 y 8 sueldos.

El día 12 de enero de 1517 la infantería española comienza su salida de Verona, con un salvoconducto que les facilite su tránsito hasta el reino de Nápoles. Los alemanes de Verona quedan en la ciudad, a la espera de que se les pague.

El día 6, sus compañeros en el campo enemigo habían recibido la última paga de la señoría de Venecia, siendo licenciados.

Quedaban sin trabajo unos miles de soldados... La abundancia de soldados ociosos licenciados de esta guerra dio lugar a posibilitar el inicio de la segunda, suceso, por otro lado, que se daría en otras geografías y épocas.


Oferta y demanda, ya veremos que pasa con ellos en la guerra de Urbino



Apuntes
1) Había 8 compañías de infantería española a sueldo de venecianos "inscritas" en el campo de Villafrancha di Verona, uno de los capitanes, Maldonado [o Maldonato] con título de coronel. En las listas aparecen dos cifras: 1846 y 1703 soldados. Esta última cifra aparece en relación con el total del campo veneciano, que era de 13.918 hombres, incluyendo 6.000 "aventureros" franceses. El resto, italianos. Tal vez los españoles no eran muchos, pero eran considerados "bellissima zente".

2) El sueldo por hombre parece ser de 3 ducados [aparece el coste por compañía].

3) El 6 de diciembre de 1516, el proveedor Gritti - encargado de los temas económicos del ejército - acuerda con Maldonado entregar la paga de los españoles hombre a hombre, sin embargo, el resto de capitanes, se niega. Esto daría indicios de las típicas corruptelas de la oficialidad, donde los capitanes gestionarían - y tomarían parte de - las pagas de los soldados de la compañía.

4) Aunque no he encontrado referencias de ningún enfrentamiento entre españoles sitiadores y sitiados, si hubo al menos un choque de importancia entre tropas que habían salido de Verona - entre los cuales había españoles - y tropas al servicio de la señoría. Lautrec no confiaba en sus alemanes a la hora de entrar en Verona - caso que no se dio - por el hecho de tener que luchar contra los de su nación, pero eso no quiere decir que dado el caso sucediera tal cosa, aunque en el caso que nos ocupa apreciamos una comunicación fluida entre un lado y otro del muro.

5) En enero de 1517, y concertada con certeza la entrega de Verona, los venecianos proceden a licenciar la mayoría de las tropas, excepto unos dos mil o dos mil quinientos infantes que alojaron en diversas plazas.

6) A pesar de que los venecianos parecían ser pagadores puntuales, también en su campo hubo "sublevaciones" con motivo de la paga.

7) En estos años circuló por el norte de Italia gran cantidad de moneda de bajo valor falsificada "con motivo de la guerra". Probablemente por ello los soldados preferían que se les pagase moneda de oro de alto valor, antes que moneda que pudieran gastar con facilidad, aunque les supusiera una perdida en los cambios, no pudiendo efectuar pagos en moneda de mucho valor en sus compras diarias.
El bezi o bezzi era una moneda veneciana de plata de 1/2 sueldo "muy amada del pueblo bajo, por la comodidad de gastar". El ducado veneciano era de valor de 124 sueldos, así que el bezzi era una 248ª fracción de ducado, una de las monedas "bona et grossa" con que los soldados preferían cobrar.
Sabemos por una relación posterior, que el proveedor veneciano hizo "crecer la moneda" igual que habían hecho los franceses, ahorrando unos 19.000 ducados, "valorando" el ducado en 7 liras, en lugar de 6 liras y 4 sueldos, que era la "ley" veneciana que rigió entre 1472 y octubre de 1517. Así, los soldados recibirían un pago menor en moneda del que constaba en nómina. Algo que se practicó en otras épocas y latitudes, como en Flandes en 1574 en la paga de tropas suizas al servicio de Felipe II.

Los soldados alemanes [y suizos] preferían el "rayne", como lo llamaban venecianos, llamado "Gulden rhein" o "rhein" a secas por los suizos, lo que en español se denominaba "florín del Rhin", acuñado por los cuatro electores del Rhin [Maguncia, Tréveris. Colonia y Palatinado].

8) Los venecianos tenían un sistema de información envidiable que llegaba a casi todas partes. De todas maneras, respecto a los movimientos de tropas españolas procedentes del reino de Nápoles, las noticias parece que llegaban de Roma, teniendo allí noticia bien cuando los españoles cruzaban el río Tronto, bien cuando se alojaban en zonas fronterizas, abandonando el reino de Nápoles [simplemente el Reino o Reame] y entrados en los estados de la Iglesia.